La demografía y la ética

  La población en estos tiempos se encuentra en una posición donde el buscar un mayor desarrollo puede verse como la solución o como un tope más para el control de la población. Viéndolo desde un punto de vista consecuencialista, se afirmaría que el “controlar” la natalidad es la respuesta para lograr una nación más desarrollada, pues al no tener tantos habitantes que queden en condiciones de pobreza debido a la no sustentabilidad del medio, se lograría un mayor crecimiento en cuanto a desarrollo. En cambio la visión deontológica propone que al tener un mayor índice de crecimiento poblacional, estos habitantes, al encontrarse en edad para formarse y consecuentemente trabajar, lograrán un mayor y óptimo desarrollo, pues esta visión persigue una visión integral de la persona, primando sus derechos ante el resto de la sociedad.

  De tal manera que, ni una educación personalista haría en este momento que el gobierno actual deje de autorizar políticas en contra de la vida, permitiendo abortos o anticonceptivos. En todo caso este progreso se notaría hasta que nuestros jóvenes lleguen a una edad en la que su voz tenga más valor, respaldada por sus acciones. Y no es que hoy en día no tengan voz o derecho a la libre expresión, sino que aun están en un proceso de formación de identidad, así como van concretando sus ideales, que cuando tengan claros y bien fundamentados, podrán demostrar con hechos lo que persiguen. He ahí la importancia de una educación en pro de la vida.

  ¡Pero vaya que si es algo difícil!, más no imposible, pues tenemos que seguir buscando soluciones para aprovechar bien este bono poblacional, sobre todo instruyéndolos, a ellos que son nuestra esperanza, en materia de fertilidad y bioética. Porque ¿qué ocurre con las parejas (si todas pueden nombrarse así) que por un descuido en el ciclo fértil o desconocimiento de éste, consiguen un embarazo no deseado que vendría a “estropear” sus planes?, generalmente la primera respuesta que cruza por su cabeza es el aborto, que no es más que un homicidio intencionado a su “pequeño accidente”; y del otro lado están aquéllos que buscan conseguir un hijo y hacen hasta lo hace poco imposible para convertirlo no en un sueño o un capricho, sino en una vida.

  ¿Podremos entonces llegar a comprender este fenómeno no sólo demográfico, sino ético y armar leyes que regulen su comportamiento sin coartar las decisiones propias de la persona y en conjunto ver por un óptimo desarrollo de la nación, de tal manera que el deontologismo sea quien predomine?

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