Sobre el disfrute y el asombro.



En lo personal, siempre me he considerado alguien que disfruta de los momentos, de las pequeñas cosas, de las risas, de los llantos, de las series y una buena película para chillar, lo amo; sin embargo, he descubierto que no ha sido así siempre.


Hace unos días estuve haciendo limpieza de mi cuarto y acomodando cosas, sacando ropa que ya no uso, arreglando libros y cuanta libreta que atesoro, y encontré una con la dedicatoria: 


“Recuerda que la vida está para vivirse, no para pensarse. Vive con intensidad y déjate querer mocosilla […]”


Palabras de mi ahora novio *suspira profundamente*. Recuerdo que en el momento que me regaló la libreta con esas líneas pensé “claro, solo me ha visto en mood trabajador”, pero la verdad es que no. En ese tiempo solíamos improvisar planes y hacíamos de todo: adentrarnos a la plaza de la tecnología por la tarde-noche, ir por un drink a Reforma, caminar por Chapultepec, echar carreritas en la Alameda y muchas más cosas que yo disfrutaba -bueno, disfruto- pero, ¿en verdad no era suficiente el disfrute de esos momentos? ¿por qué me recordaba que disfrutara la vida? 


No es secreto que desde hace un tiempo asisto a terapia para trabajar varias cosas de mi persona y en efecto, el tema del disfrute o del gozo, es algo recurrente. Y justo en una sesión reciente salió el tema de que estas semanas he estado yendo a correr, pero rápidamente me canso, o me frustro, o no me sale y no disfruto el gran paisaje que puedo ver por las mañanas, los árboles y pinos, la oportunidad de salir un rato del confinamiento, ¿pero por qué? ¡Por el enfoque, por los pensamientos!


Las primeras ocasiones en que salí a correr durante la cuarentena, lo hacía porque traía el impulso del ejercicio y era una actividad que estábamos empezando con mi novio, era algo juntos y eso me motivaba. Después, por ir a nuestras respectivas casas (porque foráneos), comer y tragar riquísimo: queso doble crema de Cintalapa, camarones de todos los estilos, carraca, pan de guare, carnitas estilo Quiroga, entre otros… como que hicimos una pausa y continuar la corrida no fue algo pronto. Nada pronto.


Hace 3 o 4 semanas lo volvimos a retomar; sin embargo, me preocupaba que como él siempre ha sido súper atlético y yo no, sentía que lo retrasaba en su reacondicionamiento, y mientras más pensaba en ello, yo por alguna razón me cansaba más. Súmale que medio veníamos chismeando, no me salía la famosa respiración y estaba más pendiente de alguna referencia en el camino para ver qué tanto avanzaba y cuándo volvía a parar. 


Afortunadamente, Carlos se dio cuenta de que yo me empezaba a presionar demasiado y efectivamente no disfrutaba el proceso, por lo que me hizo el comentario de “yo creo que será mejor que cada quien corra por su parte, ya vi que ahora no la armamos y ya te estresé” y aunque en el momento me disgustó, tenía toda la razón del mundo. 


Por temas de tiempos, él no pudo ir un día y yo sí: lo consideré mi prueba de fuego. 


Ese día que corrí sola, me enfocaba en por qué no podía correr con él, en cómo yo lo atrasaba y me venía comparando con los demás corredores. Paré como unas seis veces en todo el trayecto, me hice como 40 minutos. Obviamente no lo disfruté.


Al día siguiente, sí nos podíamos ver, pero él llegaría más tarde -porque flojera- y eso, ¡eso me motivó cañón! El verme de cierta manera, en una posición benéfica de decir: pues yo no tengo flojera y sí quiero ver qué onda con correr yo solita, me inspiró. Además, la noche anterior descargué una app para medir distancias y llevar todo un registro. Estaba emocionada. Aunque yo llegué mucho antes a correr, él claramente me alcanzó y me rebasó. Cuando me rebasó, otra vez regresaron los sentimientos de inferioridad, de compararme, de pensar que efectivamente yo lo detenía y bajé otra vez mi velocidad, me cansé súper rápido. Ese fue mi indicador.


Un indicador de que mi enfoque no era el mejor

Lógico, invertía más tiempo en pensar, que en correr y disfrutar. Cuando lo identifiqué, supe que no era por ahí, pero no encontraba qué hacer para sí disfrutarlo. En ocasiones, pensar en cómo hacerle para no pensar en algo, solo refuerza el pensamiento, al estilo del juego infantil “no pienses en un caballo blanco” y claramente es lo primero que piensas, o como la canción “No olvidarme que te tengo que olvidar” de Rosana; es volver a tener en el radar el mismo pensamiento, con el que se puede caer en el tan famoso y desdichado overthinking. 


Así que, en lugar de enfocarme en lo malo, en cómo hacerle para no pensar en eso y disfrutar mi salida mientras corro, recurrí a otras estrategias, como: ponerme música que me gusta, pensar cosas de mi trabajo y estrategias que estoy aprendiendo, entre otras y aunque no me sale bien a la primera, sí me he descubierto disfrutando de mi carrera matutina estas últimas 2 semanas. Entre eso y las mini metas que me voy trazando para mejorar mi condición, ahí la llevo y bastante bien he de decir. En ocasiones me descubro sonriendo a los árboles, disque tocando la batería o la guitarra de alguna canción en los audífonos y manteniendo un mucho mejor ritmo al correr. Ya llegué a 25 minutos.


En ocasiones, por compararnos con los demás, por tratar de seguir el ritmo de los otros, olvidamos que nuestro ritmo es eso: NUESTRO y perdemos de vista uno de los motivos más grandes de la vida: disfrutar y ser feliz. 


Con esto de la corrida caí en cuenta que muchas veces olvido disfrutar mi proceso, olvido que tengo mi ritmo, olvido que hay más cosas que solo ese objetivo que me he trazado y claro, tiendo a ser rígida y olvido vivir el ahora que tanto predico. 


Por favor ¡que no te pase! ¡Encuentra tu identificador de que algo puede mejorarse y muévete! Recuerda: en lugar de enfocarte en por qué no lo estás logrando, cambia el enfoque, encuentra el cómo sí. 


Y una última acotación: Descubrí que los planes improvisados respondían más a la capacidad de asombro, que a un tema de disfrute de mi proceso, 


¿te hace sentido esto? ¿crees que podrías aplicarlo también en un análisis para tu caso? ¿con qué te asombras, con qué te bloqueas y con qué te rigidizas? ¿cuál es tu identificador?


Recuerda, tu reflexión siempre con paciencia y con conciencia.


¡Nos leemos el miércoles siguiente! Te espero en mis redes sociales @dsvla.ms



Foto de Kourosh Qaffari en Pexels



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